Aprovechando que estos días se está hablando del machismo en las definiciones del diccionario de la Real Academia Española, en este artículo 2DayLanguages reflexiona sobre si es el español es o no una lengua machista.
La comunicación es sumamente importante para el desarrollo de las personas. El lenguaje, como forma de comunicación esencial, permite expresar sentimientos, deseos, emociones; también ayuda a la interrelación, pues gracias a él sabemos cómo son los demás, qué cosas hacen, qué necesitan. Además, con el lenguaje podemos conocer otros lugares, descubrir distintas culturas, modos de vivir…
La utilización del lenguaje de forma correcta no es baladí; el lenguaje predispone de gran manera y crea imágenes mentales. Esta es una de las razones por las que muchos piensan que es importante evitar el sexismo dentro del lenguaje, porque “si se habla en masculino es porque se piensa en masculino y se hace pensar en ese mismo género”. A esta forma de expresión se le denomina lenguaje sexista.
El lenguaje es un reflejo de la sociedad. No es el mismo lenguaje el que se utilizaba en la Edad Media que el del Renacimiento o épocas posteriores. Por consiguiente, muchos opinan que si en el lenguaje escrito o hablado se oculta o infravalora a la mujer, será consecuencia de la sociedad androcentrista en la que se contextualiza el mensaje.
En cuanto al sexismo en el lenguaje, como reflejo del mundo en el que se vive, se distinguen dos tipos: por un lado nos encontramos el sexismo social, en el que se incurre cuando en un mensaje se muestra a un sexo en superposición al otro, se utilizan expresiones denigrantes contra uno u otro sexo o aparecen roles ligados tradicionalmente a hombres o mujeres. Sin embargo, el tipo de sexismo que analizaremos es el lingüístico, que se da en la forma del lenguaje, no en el fondo. El lenguaje sexista se puede encontrar en un registro coloquial, formal, en el lenguaje legislativo, periodístico o administrativo. Algunos de sus rasgos son:
- El género gramatical no marcado en masculino en adjetivos y sustantivos, como sucede en español. El género masculino es el inclusivo y el femenino, marcado, el exclusivo. Esto lo vemos, por ejemplo, en “Se busca camarero”, que incluye a hombre y mujer, frente a “Se busca camarera”, que excluye a los de género masculino.
- Casos como que muchas palabras de género femenino tienen connotaciones despectivas frente a la misma pero en masculino, que no las posee. Ejemplo: “gallo” (hombre valiente), “gallina” (hombre cobarde).
- La forma de denominar títulos oficiales, cargos o profesiones, como por ejemplo utilizar “el médico” y “la médico”, en lugar de “el médico” y “la médica”. Esto en España se eliminó el 22 de marzo de 1995 a través de una Orden Ministerial por la que se “adecua la denominación de títulos académicos oficiales a la condición femenina o masculina de quienes los obtengan”.
Los partidarios de un lenguaje más inclusivo opinan que hablar de una forma en la que no se discrimine a un sexo frente al otro es algo primordial. También que dentro del español hay suficientes recursos para no caer en el sexismo lingüístico. Alguno de los recursos que proponen son:
- El uso de genéricos y abstractos que engloben a los dos sexos; por ejemplo anteponer el vocablo “persona” (en vez de “director”, “persona que dirige”) o anteponer el relativo “quién” o “quiénes” (en vez de alumnos y alumnas, el alumnado o quiénes estudian).
- El empleo de dobles formas, tipo “señoras y señores”, muy usado por los políticos pero que, sin embargo, se hace algo repetitivo; al igual que la utilización de las barras (“voluntario/a”).
La RAE contestó a algunas de estas recomendaciones con un artículo escrito por Ignacio Bosque y suscrito por 26 académicos, que rebate sus informaciones y concluye diciendo que “si se aplicaran las directrices propuestas en estas guías en sus términos más estrictos, no se podría hablar”.
En conclusión, este es un debate que genera interés y despierta posturas encontradas. ¿Tú qué opinas? ¿Crees que el español es una lengua machista? ¿Tendrán éxito las recomendaciones para hacer un lenguaje más inclusivo, o como dice Ignacio Bosque son imposibles llevarlas a cabo? ¿El lenguaje tiene el poder de hacer una sociedad más o menos igualitaria? Todas estas cuestiones dan lugar a un profundo análisis.